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sábado, 24 de agosto de 2013

Un fragmento, que esto está muerto....

Reina, la abuela del cachorro inquieto, había sido una eminencia en el valle. Los que fueron pastores en aquellos cerros, la mayoría, aseguraban que la habían visto sumergirse en las pozas más profundas del Trueno y pescar las truchas de dos en dos. Contaban que la perra, antes de devorar los peces, los dejaba asar unos minutos en los rescoldos de las hogueras que los pastores encendían para preparar sus almuerzos.  
En cierta ocasión, el tío Leandro pasaba revisión al ganado en puerto, cuando, sin quererlo, se inmiscuyó en la pugna de dos sementales. De repente, fue embestido por el más menudo de ellos, media tonelada de animal. Se sintió transmutado fulminantemente en un muñeco de trapo y sentía la hierba fresca introduciéndosele por las orejas y la boca, cuando escuchó el gruñido leonino de Reina. La perra se lanzó sin dudar a las patas del morlaco y le mordió con loca furia hasta que logró distraer su atención del pastor. En el zaguán de la casa, colgaba una fotografía de la perra salvadora, tiesa y con el pecho prominente, en pose regia de leona. Si la familia hubiera tenido panteón, Reina habría descansado en él una vez muerta decía el tío Leandro.

El pastor contaba que la perra decidió ir a morir al monte, como hacen los animales nobles, para ver el último anochecer y después dejarse comer por los buitres y sorber por los quebrantahuesos. Nunca supo que, en realidad, persiguiendo a unas marmotas por la tasca, Reina cayó en una sima y que el animal aguantó en el agujero siete días y siete noches sin agua ni alimento, ladrando cada vez con menor intensidad y confiando siempre en que Leandro le devolvería el favor.

(Fragmento del cuento en el que estoy, Los viajeros) 


2 comentarios:

  1. Desde Córdoba te pillé! Y te pienso seguir...

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    1. Buffff, pues esto está más parau...aún así, ahora que vuelvo a la vida, lo retomaré! hablamos prontito!

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