Ni toses insistentes, ni el crujir
de las tablas originado por los pasos de los tardones, tampoco las melodías
estridentes de los teléfonos móviles ni los flashes de las fotos. El murmullo,
mudo; el tiempo, en pausa; el silencio, muy alto y cosido con las notas.
El pianista sostuvo un mi bemol
irreverente con el dedo índice durante dos compases y concluyó la pieza al
liberar la única tecla negra presionada. Se puso en pie ante su público, al que
aplaudió efusivamente durante varios minutos.
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| Del blog El almacén de cuadros, Pío César Robla |

Muy buena la i´nversión de papeles, que me ha hecho pensar en las innumerables veces que me tendrian que haber pagado a mi por ser espectador, o por leer un libro, por ejemplo,
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