La gente tiende a amargarse la vida, en cambio él, no. Cuando comprendió que era ninfómana decidió cambiar habitualmente. Alternaba los peinados, las vestimentas, las gafas, los perfumes, los relojes, los estilos y los afeitados. Incluso modificaba su forma de actuar: los gestos, las miradas, las sonrisas, la postura, el tono de la voz, el acento. Y ahora, a veces, hasta me permite cambiarle el nombre mientras hacemos el amor.
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