A veces se oculta tras un pensamiento. Huye de algún uso manido y prefiere permanecer en la densidad plateada, jugando con otras compañeras, inmaculada a pesar de arriesgarse a morir de olvido. Salta, corre, gira, se desordena, pero no quiere mostrarse. Y mientras, fuera, el poeta la llama. Le otorga un poder absoluto y ella se hace dueña de la oda desde su exilio. Se vuelve poderosa y terca y domina entre la oscuridad como los más tenebrosos tiranos. El poeta, incapaz, sucumbe a la obsesión. La busca, sueña con sus formas redondas, con sus trazos suaves, la roza con la lengua y ella se deja lamer sin desnudarse. Permanecen, así, la palabra oculta y el poema muerto.
el viernes hacemos la prueba de la ginebra, que creo que vas a resultar una de esas poetas que no lo parecen.
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