Para algunas personas la vejez supone despojarse de los restos de vergüenza. Otros consideran que han llegado, por fin, a saber algo. Tristemente, los hay derrotistas o depresivos. Muchos enferman e incluso frecuenta las urgencias del hospital, como si pasaran de vez en cuando para ver si les toca el turno.
Pero en algunos casos, los más afortunados, la ancianidad es una insolente regresión a la infancia. Con una sonrisa antigua logran mantener a raya la imagen del final que trae a nuestra mente la curvatura de su espalda, la rugosidad de su apariencia.
(A ella la conocí en Ravno (Bosnia), pero esa historia la dejo para otra entrada.)
jovencita, cada vez me reconcilia usted más con la idea de envejecer. gracias.
ResponderEliminarp.d. ahora todos los sábados por la mañana tengo ganas de comer churros y de que se haya muerto perico
Esa risa franca de los ancianos seguramente sólo se dé en los países que llamamos orgullosamente "poco desarrollados".
ResponderEliminarTú no envejeces, Marta, tú mejoras.
ResponderEliminarPronto, pronto me voy a coger ese cercanías cosmopolita que nos han puesto y me voy a Utebo a ver pelis y a robarte libros.
Los ancianos de países poco desarrollados, Miguel, y mi tía abuela de 96 años que si le preguntas qué tal está siempre te dice riendo "!como una vieja¡".