Buscar este blog

jueves, 12 de marzo de 2015

Estupideces

Venir a vivir a un pueblo muerto, qué estupidez. Querrás decir insensatez o quizá contradicción. No, no, quiero decir estupidez, sois un par de estúpidos, recalca.

Estoy sentada sobre la hierba, un poco incómoda, una piedrecita se me clava en el culo, lo muevo y me recoloco. 

Bueno, tú también vives aquí. Ya, pero mi caso es distinto al vuestro. Sí, claro, ironizo, el caso de cada uno siempre es distinto. 

Él me mira desde arriba, desde la gran roca en la que se ha aposentado y sentencia con ese  aire regio que no puede evitar: Mujer, mi caso es claramente distinto. No tanto, murmuro, pero me oye. Completamente diferente, grita. Vale, vale, tienes razón, admito para no discutir.

La brisa sopla agradable.

¿Oigo maullidos?, pregunta elevando un poco la cabeza y moviéndola de un lado a otro. Yo no oigo nada. Tú qué vas a oír, eres incapaz, los de tu clase sois unos estúpidos y unos incapaces.

La tarde está preciosa y empieza a despedirse.

Bueno, si la cosa sigue así de mal tendremos que irnos a otro sitio, buscarnos la vida, comento resignada. Ya deberíais haberos ido, es más, no deberíais haber venido: venir a vivir a un pueblo muerto. Qué estupidez, sí, ya lo has dicho, te repites como una cotorra, lo digo a pesar de que sé que va a enfadarse. En fin, a ver cuando os largáis de una vez, yo me voy ahora mismo, oigo maullidos, alguna gata habrá parido donde no debía, ya tengo cena.

Abre las alas y alza el vuelo desde la roca. Lo veo alejarse en el aire y pienso: no es una compañía agradable, pero es un cuervo precioso.


2 comentarios: