Que quizás la vida no merece la pena. Esta ha sido hoy la reflexión de la tía Libia. Estaba sorprendentemente deprimida, claro. Los viejos se van consumiendo, algunos hasta desaparecer en vez de morir. La tía Libia siempre fue pequeña y ahora cada día está más flaca, pero nunca me había parecido derrotista. Hoy ha mostrado una disconformidad resignada: “Mi hijo se murió y me dejó sin nietos”. Luego ha apoyado los brazos sobre su minúscula barriga, ha exclamado un oh muy francés y ha resoplado.
Los viejos son un montón de memoria, de recuerdos, tantos que ya no quieren acumular más. Es lo que llaman demencia senil. La tía Libia enreda todos los días con esos retazos de vida, supongo que sopesa y valora y hoy le ha tocado tristeza, está en su derecho, pero sé que sus noventa y seis años sí han merecido la pena.
Aquí aparece muy seria, la subo porque hoy estaba así, pero insisto en que normalmente es una abuela muy alegre.
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