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miércoles, 1 de junio de 2011

Indicaciones de un profesional

Ayer fui al neumólogo. Me hizo la espirometría -lo de soplar por el tubito hasta ahogarte-, me auscultó fríamente y me prhoibió: el tabaco, el alcohol, el café, las comilonas y hasta las mujeres. "Repose usted un poco, que su cuerpo necesita paz", dijo después. 

Cuando salí de la consulta me perdí por los pasillos del inmenso hospital, claro. Después de un rato largo vagando entre salas de espera, camillas y ancianos, me resigné a preguntar. Varias enfermeras, algunas dulces y otras demasiado agrias, me indicaron el camino y por fin logré encontrar una salida. 

Desorientado y de mal humor eché a andar sin rumbo por la calle. Al girar la esquina de la mole sanitaria vi en otra de las puertas del edificio a mi doctor, que fumaba un cigarrillo acompañado de un café, mientras charlaba alegremente con una enfermera, de las dulces, seguro. Y probablemente, la invitaba a cenar y después, a una copa.

Y yo, que soy profesor de lengua, ¿qué ocurriría si uno de mis esmerados alumnos me descubriera escribiendo burro con uve? Nada, supongo, afortunadamente ninguno confía tan ciegamente en su profesor: les pasa lo que a mí con mi médico.


2 comentarios:

  1. Eso, un imán de sentidos sos.
    Nunca sabe una en que relato está usted y cuando se inspira.

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  2. Yo que el protagonista me dedicaría a fumar y a beber y que se fastidiara el médico ;-))

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