El domingo por la tarde Sonia se fue de viaje. Se quedó inconsciente y con la baba escurriéndosele sobre el suelo de un solar, junto a la calle Fuenclara. Su compañero la sostenía, como muerta, entre los brazos. No paraba de llamarla para que regresara, pero ella se sentía casi libre en el sueño autoinducido. Por fin, la policía llegó antes que la ambulancia para despertar a Sonia y así meterla de nuevo en su prisión.
Muy bueno.
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