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jueves, 19 de junio de 2014

La compasión

Conocí a un hombre al que, ya de viejo, acogieron las monjas. Señor Antonio, lo llamaban las hermanas. "Señor Antonio, se ha roto la taza de váter del segundo", y el señor Antonio agarraba su caja de herramientas y apoyado en su muleta corría a repararla, o a ajustar la goma del jardín o a engrasar las bisagras de las puertas.
El señor Antonio mantenía a menudo conversaciones furtivas con la Superiora que iban y venían sobre lo que está más allá y más acá de lo divino, y él le repetía: "Yo sé que no iré al cielo, hermana, porque no soy creyente, pero sé que usted saldrá por la puerta de atrás para venir a recogerme".




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