No lo podía creer. Cuando sacudí la funda del sillón, salió disparada la abuela. Era un cuerpo diminuto que cayó de culo sobre unas sábanas que había dobladas encima de la mesa camilla. Menos mal, no se hizo daño. Pensábamos que había muerto y desaparecido, pero en realidad había menguando hasta hacerse minúscula y perderse entre los pliegues de la funda florida.
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Muestran los rostros los estragos del tiempo, su geografía.
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El haiku y la foto son de Julián Alonso.
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