-Sea breve, por favor- dijo
mientras se acariciaba la barba sentado en su trono blanco.
-Verá, yo le disparé por la
espalda, lo reconozco. Cayó muerto al instante, pero antes me había sacado de
quicio con sus fechorías, por todos bien conocidas- alegó el procesado.
Se recostó en el butacón, cansado
de escuchar. Miró a su madre, a
Bartolomé, a Pablo, a Simón, todos estaban exasperados y con ganas de terminar.
Pedro, medio dormido, remoloneaba, oculto en las últimas filas de la grada. El
único que parecía aún atento era Job.
-Mire, señor, yo le he ahorrado
males a la humanidad- continuó el encausado- porque la maldad de ese hombre no
tenía fin.
Un gesto imperativo de su enorme
mano mandó callar al reo. Reflexionó. Ladrones, asesinos, timadores,
maltratadores, alcohólicos, drogadictos, mentirosos, fantoches, ególatras,
proxenetas, mitómanos, racistas, holgazanes, envidiosos, hipócritas, cobardes.
Todos los que habían pasado hasta el momento tenían algo que purgar. Puede que
indultar a un justiciero fuese de justicia, y más a estas horas del día,
pensó.
Echó un vistazo entre los asistentes,
Pedro dormitaba ya recostado sobre el hombro de Judas.
-¡Pedro,- gritó con la intención
picarona de sobresaltarlo- venga, abre la puerta que mandamos a éste!
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| Cactus San Pedro |

Y qué coincidencia que ahora mismo voy a plantar un san pedro enorme que me han regalado.
ResponderEliminarbuen juicio
Joder, qué casualidad!
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