"Yo no soy una persona violenta, solo es que tengo algunos gustos especiales", me decía mientras se limpiaba con la servilleta las comisuras de los labios. Yo, aterrada, lo contemplaba desde una oscura esquina. Se sentaba a la mesa con una pose elegante, cortando primero la carne con cuchillo y tenedor y, después, royendo con vulgaridad el cúbito del brazo que acababa de comerse.
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| Johann Heinrich Füssli |
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