El mileurista empezó a ver al resto desde una perspectiva más elevada, apreció como su condición se revalorizaba. Sus coetáneos le reconocían como miembro de la clase acomodada, ahora era parte de una nueva burguesía.
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Y cuando el borrico se acostumbró a no comer, se murió.
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| No caigo, ¿a quién me recuerda? ¡No respondáis!, que hay mucha maldad en vosotros. |
Algo en las entretelas me susurraba que un día alcanzaría estatus.
ResponderEliminarvoila