Las pusieron una delante de la otra, 87 años Carmen y 96 Libia. Mi tía observaba a su amiga fijamente, sin saber quién era. Me miraba a mí y negaba con la cabeza, yo le insistía, que sí, tía.
Al final, la tía Libia puso las manos sobre el apoyabrazos de la silla de Carmen, se inclinó echándose casi sobre ella, la miró más de cerca, como si mirara dentro de sus ojos y entonces, la vio: ¡Carmen!
Me has pillado pensando en los microcosmos:
ResponderEliminar¡mira que parece largo el viaje hasta una residencia de ancianos!