Sale del bar y todavía es de
noche. Le extraña mucho, muchísimo. Va a preguntar algo a su socio, pero este
ya camina por la acera hacia su barrio, se detiene un momento, se gira, levanta
el puño y estira el pulgar, grita suerte. Entonces Fermín le contesta con el
mismo gesto, mira al cielo y vuelve a preguntarse por qué es de noche todavía,
si él acaba de salir del bar.
Echa a caminar hacia su casa.
Está muy mareado o algo así, porque no reconoce el camino, lo ve todo al revés,
cuando va a coger el callejón a la derecha se encuentra con una pared y le
cuesta reaccionar hasta que halla de nuevo la ruta. Está como desprogramado,
tal vez simplemente confundido.
Llega a su casa por otro camino.
Se planta ante el portal, pero se siente tan extraño que decide comprobar el
número. Su portal ya no es el seis, sino el nueve. Mira alrededor. Sí, es su
portal, sin duda, cree. Vaya colocón que llevo, piensa, vaya colocón. Está cansado, así que entra y comienza
a subir por las escaleras que en su recuerdo deberían estar a la derecha, junto
a los buzones, pero que ahora están a la izquierda. Decide dejar de pensar y
simplemente sube, recordando las instrucciones para subir una escalera.
Introduce la llave en la
cerradura de su descolocado apartamento. Al entrar, huele a ella, a Regina, y no es un
rastro, huele como si hubiera utilizado su perfume como ambientador. Ahora
estará llorando, tendida en el sofá, mirando por la ventana, le preguntará
dónde ha estado, si ha estado con otra, le rogará que no la deje: no me dejes,
por favor. Fermín piensa que no tiene ánimo para un numerito más. Sin embargo,
no. El sofá no está junto al ventanal, ni el taquillón de la entrada queda al principio del pasillo, sino al final y, por supuesto, Regina tampoco llora en
el sofá, fuma sentada en un taburete alto mientras toma a sorbos suaves un
café. Bueno, ahora que por fin has aparecido, que sepas que me largo, te dejo,
y no te pongas a llorar como un niño ñoño, por favor, esta vez sí me voy, es
definitivo, le espeta una Regina sinuosa y elegante. La mujer se levanta, luce
un vestido de color perla, corto y ceñido, un vestido que Fermín jamás había
visto antes en el cuerpo de su mujer, que agarra su bolso y sale por la puerta.
¿Regina me abandona?, piensa
Fermín mientras busca su sillón, que tampoco está ahora
junto al tocadiscos, ni el tocadiscos junto a la estantería, ni la estantería
en su sitio. Fermín da vueltas y por fin encuentra su sillón, que sí está junto al
tocadiscos y junto a la estantería, pero en otro sitio. Se sienta a pensar. En
el silencio de la habitación solo se escucha el reloj de cuco: tactic, tactic.
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Pierre Lucas |
*La idea de este micro surgió en los talleres con los adolescentes. Muchas ideas surgieron esos días.